Cerro las puertas y encierro su cuerpo en el pequeño cubiculo que, como me enseñaron, ¡Cree solo lo que vez hijo!, se abrio con mi mente anesteciada y prenso los quereres sociales, detuviendose, solo para permitirseles ver que tipo de tortura degustaria hoy su diablo interior, su voraz apetito, su infinito.
6.9.07
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