6.9.07

En la agriedad de la noche sus manos, desfiguradas por marchitas espinas y la absurda costumbre de tocar el punto de partida, se deslizaron lenta pero agresivamente por el polvo de un suelo cubierto de ceniza y vaya a saber uno que mas. Al primer contacto su sangre era escupida a travez de las venas, haciendolo vibrar hasta que ya no pudo contener, el sonido, y cautiva e inconcientemente sus labios se despegaron entre si, como si fuesen callados como olvidadas momias, sin siquiera poder silbar o tararear alguna vieja cancion de la infancia. Ella lo sentia de verdad. Sus huesos se lo confirmaban, mejor dicho, lo que quedaban de ellos. El grito, acompañado de un silbido penetro en lmas profundo de su ser y el temblor hizo llorar sus ojos, empapados en lagrimas de perdon, compasion, y mas que nada, olor a amor.

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